viernes, 17 de mayo de 2013

KANT GRADO 9°



GRADO 9° PERIODO 2°


KANT
La experiencia es el primer producto surgido del entendimiento, por ello constituye la primera enseñanza y la fuente de adquisición de nuevos conocimientos, sin embargo el conocimiento no se reduce solo a esto, ya que aunque nos dice que es lo que existe, no nos dice que tenga que ser necesariamente así y no de otra forma, por esto no nos da la verdadera universalidad.
Los conocimientos universales tienen que ser independientes de la experiencia, claros y ciertos, por ello se los llama conocimientos a priori y los tomados de la experiencia se les llama conocimientos a posteriori, o empíricos.
Es decir que, para llegar al conocimiento de algo no es absolutamente necesario haber tenido una experiencia directa con ella, sino que a priori se podrá obtener por la razón el resultado de esta. Es el opuesto al conocimiento empírico, que depende completamente de la experiencia.
El método de la razón pura, es aquel que toma su conocimiento de manera a priori. Es trascendental todo conocimiento que se ocupa de la forma de conocer los objetos, y que este sea a priori y se llamaría filosofía trascendental.
La Verdad: Es la conformidad de un conocimiento con un objeto, es decir, que eso que se conoce del objeto sea correspondiente a ese objeto. Dado que este concepto de verdad requiere hacer abstracción del conocimiento de dicho objeto, lo que quiere decir que este es una forma incompleta de verdad, ya que dentro de ella debe haber la lógica y esta es algo que proviene de la razón, acción y facultad humana.
Juicios: Pueden ser universales, particulares o singulares, en cuanto a su cualidad pueden ser afirmativos, negativos e infinitos, en relación pueden ser categóricos, hipotéticos, o disyuntivos y en su modalidad, problemáticos, asertorios o apodícticos.
La libre voluntad y la causalidad natural son compatibles si no se entiende como un aspecto del mundo natural. Se dan desde ámbitos diferentes en cuanto a que la causalidad se refiere al conocimiento y la libertad a la moralidad.
El hombre debe identificar las máximas o principios fundamentales de acción tomada de una concepción objetiva del bien para el hombre.
Los principios de la ética deben estar concebidos en procedimientos racionales e identificados con “la buena voluntad”, esto consiste en que los principios fundamentales de acción o máximas puedan ser aceptados por una pluralidad de agentes sin ser específico en cuanto  a los deseos de los agentes, si no que este principio moral debe ser para todos, la moralidad de los actos se basa en aquellas máximas que puedan ser universalizables, es este un imperativo categórico de la ley moral.
La moralidad comienza con el rechazo de los principios no universalizables. Esta idea se formula como una exigencia, que Kant denomina «el imperativo categórico», o en términos más genera-les la Ley moral. Su versión más conocida dice así: “Obra solo según la máxima que al mismo tiempo puedas querer se convierta en una ley universal”
Kant distingue entre los agentes que rechazan principios no universalizables y los que adoptan principios no universalizables. Kant se refiere a las personas que adoptan principios moralmente validos como a personas que obran por deber.
Divide los deberes entre los deberes para con uno mismo y para con los demás y en deberes perfectos e imperfectos.
Los deberes perfectos son completos en el sentido de que valen para todos los agentes en todas las acciones con otras personas, se dice la verdad o no, los deberes imperfectos son aquellos que no se realizan en todos los aspectos del deber, sino que se llevan a cabo de manera incompleta, como el deber de desarrollar todas nuestras potencialidades.
Kant presenta como ley universal la fórmula del fin en sí mismo, que exige tratar a la humanidad en ti o en los demás no como un simple medio, sino siempre como un fin.
Otra exigencia, seria respetar a las personas y nunca menoscabar (despreciar o herir) la capacidad de actuar de los demás.
En cuanto el humano como un fin exige apoyar las capacidades de obrar, de adoptar máximas y de perseguir fines particulares, lo que supone apoyar de alguna manera apoyar los proyectos y propósito de los demás.
La falta intencional en desplegar el propio potencial se convierte en una falta de respeto por la humanidad y sus capacidades de acción racional, aunque es claro que es este un ejemplo de deber imperfecta, en cuanto es casi imposible desplegar todas las potencialidades.
Considera al hombre como legislador y sujeto a la ley, es decir es autónomo (se legisla a si mismo) con la condición de que lo que se legisle, respete el estatus de igual de los demás.